domingo, 30 de diciembre de 2018

¿A Que Le Ponemos Atención En El 2019?

Hacer pronósticos de qué es lo que ocurrirá el 2019 es una práctica común en los medios y en los mercados. Es también una práctica fútil, puesto que el futuro es tan impredecible como inalcanzable. Sabiendo lo anterior, van aquí no predicciones, sino alertas sobre cuáles son las tendencias evidentes que debemos de atender dada la información que disponemos. Y siempre habrá sorpresas por supuesto, pero esas por definición, es imposible anticiparlas.
Cuidado, mercados peligrosos:Difícilmente un libro de texto o un guionista de cine pudo escribir un guión como el que hemos visto la última semana en Wall Street. Con los mercados franqueando la zona de mercado bajista (bear market), los índices rebotaron previsiblemente, pero de una manera tan dramática que debemos de mantenernos atentos.
Es útil recordar el año 2000, los primeros días de enero, el mercado estaba reventando y había días en que los principales índices de Nueva York subían y bajaban 4-5% en cualquier día, y de una hora para otra. Tal y como ocurrió la semana pasada en la frontera del bear market. De pronto, el seis de enero, sin previo aviso la Fed tuvo que recortar tasas de interés, sorprendiendo a todo el mundo. La razón fue después clara: una recesión llegó, y los indicadores adelantados de la Fed lo advirtieron. Los mercados se hicieron pedazos durante ese período, reventando una de las grandes burbujas especulativas de la historia.
¿Está a punto de pasar lo mismo de nuevo? Imposible saberlo. Lo que si es útil saber es que el Dow subiendo o bajando más de mil puntos un día no necesariamente una buena noticia. No quiere decir que la caída de los mercados se está revirtiendo y que ha llegado el momento de comprar. Ha habido ocasiones, como en el 2000, que una volatilidad bárbara fue signo de un horrible desfonde posterior de los mercados. Extraer señales de la mayor subida en la historia del Dow Jones en términos de puntos, como el que vimos la semana pasada no debe significar el inicio de un rally, pues en el pasado volatilidades comparables se han aparejado con desplomes de los mercados.
Trump ha dañado a la Fed y al libre comercio:dos de los más sólidos sustentos del orden liberal global han sido atacados por quien solía ser su principal guardián y promotor, el presidente de los Estados Unidos. El ataque sistemático y rabioso de Donald Trump en contra de la libertad de comercio y la política monetaria independiente de la Fed son sin duda factores que están detrás del abatimiento de los mercados de los últimos meses. Esta tendencia probablemente continúe, pues a menos de que lo defenestren (y es posible), a Trump le restan casi dos años para seguir erosionando la independencia de la Fed y el libre comercio, sobre todo con China (que le ha dado a la manufactura estadounidense una competitividad que no tenía).
El regreso de los Fed Watchers:solía existir una profesión sofisticada y prestigiosa: el Fed Watcher, aquél economista encargado de predecir y auscultar las acciones y la dirección de la Fed. Pero en 2008-2009 cuando las tasas se fueron al cero por ciento, y desde el 2015 a la fecha, cuando la Fed ha subido un cuarto de punto porcentual en cada reunión, ser un Fed Watcher se convirtió en una profesión somnolienta.
Pero la emoción ha regresado. Cuánto más suba la Fed sus tasas de interés, y cuál sea la razón por la que se detengaserá quizá el dato económico y financiero más importante del 2019.  
Si nos atenemos a lo que la propia dirección de la Fed ha deslizado, entonces nos faltan un par de alzas para que la tasa de interés llegue a un nivel neutral, y allí se estacionará. Eso es lo que esperamos todos y ojalá se logre.
Pero la acusada volatilidad de los mercados está enviando una señal de preocupación. Nuestra lectura es la siguiente: están preocupados de que el actual nivel de tasas, aunado al pesado riesgo que implica el asalto de Trump al orden liberal, sea ya restrictivo. Si no estuviera Trump quizá la Fed podría subir un par de veces más, pero bastante riesgo mete Trump como para que encima sigan subiendo.
Si los mercados tienen razón, entonces las dos alzas previstas de la Fed serán ya restrictivas, y los mercados pueden cerrar el 2018 y abrir el 2019 en una nota amarga, obligando a la Fed a reaccionar antes (por ello vale la pena repasar la lección de enero del 2000). Y esto es siempre y cuando no haya inflación, porque las dos últimas dos décadas el gran monstruo ausente ha sido la inflación. Pero algún día regresará.

domingo, 23 de diciembre de 2018

Los Mercados: Se Puso Feo, Pero Todavía Falta

En este espacio hemos insistido desde hace tiempo en el riesgo que presentaban estos mercados que parecían un baño de burbujas: el petróleo, las criptomonedas, los bonos chatarra, las acciones marihuanas, todas resultaron ser lo que muchos sospechaban, burbujas especulativas que tronaron. Pero de octubre a la fecha la mayor de las burbujas parece estar reventándose: el mercado mismo. A diferencia de la horrible crisis del 2008-2009, en donde la burbuja estuvo muy focalizada, esta es mas ubicua, y parece estar reventando en etapas.
Luego de alcanzar un máximo histórico en septiembre, Wall Street tuvo un feo octubre, tuvo un alentador noviembre, pero está teniendo uno de los peores meses de diciembre de la historia en cuanto a rendimiento de las acciones y de casi todos los activos financieros.
A lo largo de varios meses en esta columna hemos tratado de comunicar la fuente del riesgo de lo que está ocurriendo. Hay varios responsables, pero el más importante es el retiro gradual, cuidadoso, pero inevitable, de la gigantesca expansión de liquidez que la Fed inyectó desde 2008 hasta el 2015-2016. Esto se traduce en tasas de interés más altas en prácticamente todo el mundo, y en menor liquidez en los mercados de dinero del planeta.
Sobre este riesgo madre han gravitado otros que han agravado la destrucción de valor que hemos visto de octubre a la fecha: el proteccionismo de Trump contra todos, especialmente contra China; el desplome de los precios del petróleo y su efecto sobre el petróleo shale; y los diversos problemas europeos como el Brexit y la cólera italiana contra la Eurozona.
Pero la matriz de riesgos anterior se ha complicado recientemente con la furia abierta de Donald Trump contra el jefe de la Fed, Jerome Powell. Justo en febrero de este año escribíamos (https://www.dineroenimagen.com/2018-02-05/95687): “Trump quizá piense que Powell se la debe, y si se le ocurre discrepar de la Fed y encabritarse cuando ésta siga subiendo tasas desfondando su precioso rally en los próximos meses, el mercado de bonos no tendrá piedad e izará las banderas rojas alertando a todos de que no va a permitir que el capricho populista arruine el delicado equilibrio del mercado.”
El desenvolvimiento reciente de los mercados parece haber validado nuestra advertencia de febrero, pero Trump parece ir más allá y varios medios financieros estadounidenses han reportado incluso la posibilidad de lo imposible: que Trump esté buscando la remoción del Jefe de la Fed, algo que no ha ocurrido nunca y que de materializarse (de veras, ojalá y no), introduciría en la ecuación un riesgo desconocido y difícil de valuar: el fin de la independencia de la Fed como la hemos conocido hasta hoy.
Trump ha expresado de manera grosera su oposición al ejercicio de la independencia del banco central. En su delirio megalómano quiere coartar dicha independencia, la cual es la piedra fundante de los mercados financieros globales. Todos los mercados del mundo funcionan bajo el supuesto de que la Fed, aunque el mundo a su alrededor se derrumbe, mirará siempre al largo plazo y velará por lo que es mejor para la economía y la moneda. Mas si osare un extraño Trump profanar con su planta el suelo de la independencia de la Fed, los mercados reaccionarían quizá de manera muy violenta, especialmente el mercado de bonos, el cual es visto siempre como el remanso de seguridad cuando los otros mercados caen, y que dejaría de serlo si Trump profanase a la Fed.
La bolsa mexicana ha perdido cerca de 14% en el año, y la instancia monetaria agresiva del Banco de México ha protegido al peso, el cual ha tenido en lo que va del año incluso una ligera apreciación frente al dólar. Los precios de los activos han caída fuerte, y la semana pasada cerró incluso con el índice más fastuoso del rally reciente, el Nasdaq, ya en territorio “bear”, un indicador que los inversionistas ven siempre con temor. 
Hay que estar muy atentos: la Fed aún tiene uno o dos alzas de tasas en puerta, y si las ejecuta quizá la curva de plazos acabe por invertirse. Si eso ocurre los riesgos de recesión y de desplome de mercados aumentan, así que en ese escenario posible el mercado, que ya se puso feo, podría ponerse todavía peor.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Los Mercados, Los Ricos Y Los Poderosos

Si alguien manejara los mercados, éstos no caerían nunca. A nadie le gusta perder. El hecho de que caigan atestigua una realidad de Perogrullo: los mercados no responden a nadie, y se mueven por sí solos. Nadie, por rico, poderoso o inteligente que sea, lo es tanto que puede mover o anticipar a los mercados de manera consistente. Cualquier inversionista (o que quiere serlo), debe de aceptar esta irremediable verdad.
Si el año acabara hoy, los mercados tendrían su primer pérdida anual desde el 2008, y su segundo año negativo desde el 2002. No es poca cosa entonces. Medidos por el índice insignia, el S&P 500, los mercados estarían por cerrar el ejercicio en rojo, acosados por los barruntos de guerra comercial, la caída de los precios del petróleo, el Brexit, y la volatilidad italiana en Europa. 
Difícilmente haya alguien en el mundo más poderoso que el presidente de los Estados Unidos. Donald Trump, de manera consciente y pública, ha hipotecado su suerte y legado al destino de las bolsas de Wall Street. Bajó impuestos, desreguló el sector financiero, ha regalado impuestos públicos a favor de las corporaciones con tal de que los mercados suban, razonando que los votantes irán allí donde vayan los mercados. Pero ni él ha sido capaz de evitar que los mercados se desplomen este año y están por registrar las primeras pérdidas en una década. 
Ni los poderosos, ni los ricos, ni los listos mueven los mercados. Este año es una muestra muy ilustrativa de dicha afirmación. ¿Si ninguno de ellos los mueve? ¿Quién los dirige entonces? La respuesta es: nadie. Los mercados se mueven solos. Un mecanismo azaroso, desconocido y quizá imposible de desentrañar, describe cómo los precios de los activos financieros se comportan.
Justo por ello, porque no es posible saber cómo se van a mover, cómo van a responder, hay que tener mucho cuidado con los mercados. A los ricos es fácil complacerlos, ellos buscan riqueza; a los poderosos es fácil tenerlos contentos, basta darles poder. A los mercados es difícil conformarlos: ellos quieren la menor incertidumbre posible, la mayor transparencia, y ni siquiera eso es garantía de que vaya a ser suficiente (aunque si es necesario).
Con los ricos, con los poderosos, se puede negociar. Sentarse con ellos a la mesa, y como el Reino Unido lo está haciendo con la Unión Europea, acuerdan condiciones que les complazca. Trump le regaló a los ricos de su país (él incluido) un montón de dinero al recortarles significativamente los impuestos hace dos años. Los ricos estadounidenses deberían de estar felices, su presidente les dio un regalote. Pero no lo están, pues el grueso de su riqueza está en forma de acciones, y los mercados están a punto de cerrar con pérdidas este año como lo mencionamos en el inicio. Los ricos están sufriendo al ver las pérdidas en sus acciones, a pesar de que están pagando menos impuestos.
Los mercados parecen razonar de la siguiente manera: “sale, a mis accionistas les redujeron sus impuestos y tienen más dinero. Bien por ellos. Pero eso significa que el tesoro de los Estados Unidos tendrá menos dinero, y para financiarse tendrá que pedir más deuda, y si emite más bonos tendrá que pagar tasas más altas, y a mi, el mercado, pocas cosas me disgustan tanto como las tasas altas”.
Lo que le gusta a los ricos (menos impuestos), no necesariamente le gusta a los mecados. Si el tesoro estadounidense tuviera superávit entonces el recorte impositivo no tendría quizá un impacto sobre las tasas. Pero el tesoro ya está en déficit, y el recorte de impuestos está empeorando las cuentas fiscales estadounidenses a una velocidad rauda.
La palabra “mercados” describe muy bien el mecanismo que gobierna los precios. Es un lugar abierto en donde hay muchos vendedores que buscan atraer a muchos compradores y en donde nadie dice cuánto deben costar las cosas. Quienes participan en los mercados son profesionales muy sofisticados, con enorme influencia y poder, pero que individualmente no tienen un peso definitivo. Los mercados son como una ola, una fuerza sin rostro y caprichosa. Y todos aquellos que gustamos de nadar en el mar sabemos que no hay que confiarse mucho cuando nos metemos al agua.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Los Mercados Entran En Zona de Corrección: ¿Qué Sigue?

A los mercados le gustan los números redondos, suele decir mi maestro Raúl Feliz. Y lo que vimos la semana pasada es la constatación de dicho adagio. En la peor semana desde marzo de este año, el principal índice del mercado concluyó en un nivel 10.1 por ciento por debajo de su nivel máximo histórico registrado el 17 de septiembre pasado. Este nivel se supone que es importante porque es el marcado por la cultura financiera popular como “el nivel de corrección”.
Los financieros dicen que un mercado se encuentra en “nivel de corrección” cuando baja más de 10 por ciento respecto de su nivel máximo. Justo allí cerraron los mercados el viernes pasado, y los futuros de los índices muestran que el lunes los mercados seguirán hundiéndose, al menos en la apertura. 
¿Por qué es esto importante? Además de porque una caída de más del 10 por ciento en los portafolios ya comienza a doler, la marca siguiente de acuerdo con la superstición financiera es una caída del 20 por ciento, el cual marca el inicio del muy temido “bear market”, o mercado bajista, el escenario más temido por los inversionistas porque típicamente representa un período prolongado de rendimientos negativos, o alternativamente, el inicio de una corrección muy severa de los mercados.
Aquí en este punto, en la franja entre la corrección y el mercado “bear” o bajista, es en donde intervienen tantos factores que dejan claro que la economía y las finanzas no son una ciencia, sino una disciplina borrosa, supersticiosa, y poco rigurosa, lindando con la psicología, la biología, el pronóstico del clima, el cubilete y la lectura de las sobras del café.
No haya nada científico ni riguroso en el hecho de que el mercado, al estar en “terreno de corrección” como amanece este lunes, vaya a rebotar o vaya a enfilarse hacia territorio bajista. Ningún economista o financiero medianamente serio se atrevería a pronosticar de manera inequívoca, hacia donde va el mercado, luego de diez años ininterrumpidos de alzas imparables. Lanzar u volada, leer, las líneas de la mano, o un horóscopo de una revista del corazón tiene tanta capacidad predictiva sobre los mercados para las próximas semanas, como el mejor modelo matemático del banco más sofisticado de Wall Street.
Dicho lo anterior, que no es mucho decir, lo que si podemos decir es lo siguiente: que la probabilidad de que los mercados sigan a la baja, acelerando su caída, es alta, pues la regularidad estadística de que a periodos largos de altos retornos le siguen períodos de bajos retornos, está muy enraizada en la historia de los mercados.
El modelo de comportamiento desarrollado por Robert Schiller, alrededor de su ratio precio/ganancias ajustado por el ciclo (P/E de Schiller), parece describir de manera adecuada la historia de los mercados: a una época prolongada de acciones caras, como la que hemos vivido los últimos cinco años, le sigue un período relativamente largo, de acciones baratas, medidos por el P/E.
Hay muchos indicadores preocupantes: los indicadores del sector financiero y de transporte están ya acercándose a zona de mercado bear. El alza de los índices de los últimos tres años se concentra en una conjunto de no más de diez acciones, con las restantes 490 acciones del S&P 500 teniendo un comportamiento bajista. Las tasas de interés de corto plazo han estado subiendo, afectando a aquellas acciones, como las tecnológicas, que son muy sensibles al retorno de corto plazo ofrecido por las tasas de interés.
Y luego está el tema de la curva de plazos, o la curva de rendimiento, de la cual nos hemos ocupado en este espacio de manera repetida en el pasado reciente.  Excelsior ha sido prácticamente el único medio en México que de manera metódica ha estado advirtiendo al público inversionista local, y en español, de la importancia de vigilar los movimientos de la curva de plazos o de rendimiento, dado el efecto que tiene sobre la economía y los mercados.
El problema de que los mercados estén en “zona de corrección”, es que coincide con la inversión de la curva de rendimiento, lo cual en el pasado se ha correlacionado con recesiones y mercados bajistas. El nuevo gobierno y el Banco de México deben poner atención: si bien  no hay nada escrito en piedra, las señales que está enviando el mercado son similares a algunas señales que ha enviado en el pasado, y lo que siguió después no fue de lo más agradable.

domingo, 25 de noviembre de 2018

¿Fuma Mariguana? Pague IEPS

El consumo de mariguana no estará completamente oficializado hasta que pague impuestos. Y no únicamente debe de pagar el impuesto normal para el consumo, el IVA, sino que debe de pagar un impuesto especial por tratarse de un bien peculiar. El debate sobre la necesaria legalización de la mariguana ha sido muy extenso y minucioso, con las partes a veces polarizadas respecto de los beneficios de la misma. Pero a mi me gustaría escuchar algo muy sencillo: ¿cuál es la tasa de IEPS que se le cobrará a su consumo y cómo se va a recaudar?
Los impuestos son la forma en que el Estado se financia para intentar alcanzar el bien común. Por eso la corrupción de funcionarios públicos es económicamente ineficiente: nos impide alcanzar el máximo nivel de bienestar público para un nivel de recaudación dada. De hecho la penalidad óptima para la corrupción debiera ser el valor del nivel de bienestar público que no pudo ser alcanzado por el peculado.
Existe entonces una primera función para los impuestos: financiar al Estado, ese conjunto de instituciones diseñado por los votantes para que los lleve a un mayor bien común. Para ello existen dos impuestos fundamentales: el de ingresos o renta, y el de consumo.
Gravar el consumo y los ingresos tiene un fin netamente recaudatorio. Busca financiar el presupuesto público mediante el gravamen de dos fuentes de recursos de las familias y empresas. Existe también un tercer grupo de impuestos importantes para el financiamiento público, sobre todo para los gobiernos locales: los impuestos a los activos/riqueza de las personas, que usualmente son parciales (la tenencia, el predial, impuestos a vehículos, etc.).
Pero existen unos impuestos especiales cuyo fin no es primordialmente recaudatorio, sino que busca inducir en los consumidores, mediante el sistema de precios, un comportamiento deseable para así maximizar el bien común, como debe de hacer todo Estado. Por supuesto que el Estado recauda ingresos por esa vía, pero son necesarios para financiar los efectos sociales causados por el consumo de los bienes sobre los cuales se imponen dichos gravámenes.
En términos económicos un impuesto especial se aplica a aquellos bienes o servicios cuyo consumo individual reduce el bienestar de terceros. Los economistas llaman a este fenómeno, un consumo con externalidades negativas.  Los impuestos especiales sirven entonces para que el Estado financie la remediación de esas externalidades negativas y podamos alcanzar el máximo nivel de bien común.
En México dichos impuestos especiales se agrupan bajo el acrónimo de IEPS (Impuestos especiales sobre producción y servicios) , y son un buen diseño fiscal para financiar la solución de los problemas que causa el consumo de los bienes y servicios gravados. El más famoso de los IEPS es el de gasolinas, que tiene el propósito de ayudar al estado a financiar las graves y vastas externalidades de la producción y el consumo de gasolina. El consumo de frutas, el ver una película, tomar una clase o comernos una tortilla, no tiene efectos sobre el medio ambiente y por lo tanto no afecta a terceros como si lo hace el consumo masivo de gasolina que realizan las economías modernas. Es por ello que los Estados suelen gravar con impuestos especiales a las gasolinas, y también a aquellos bienes que causan daños a la salud o que provocan adicciones que deben de ser tratadas.
El alcohol y el tabaco son los casos típicos de bienes cuyo consumo han sido sujetos a impuestos especiales, pues su consumo, realizado por una parte minoritaria de la población, puede crear la necesidad de una política pública para atender a dichos consumidores y por lo tanto es equitativo que quienes no consumieron tabaco y alcohol no financien sus efectos sobre sus consumidores. Los impuestos especiales a bebidas azucaradas caen también en este caso.
El consumo de drogas suaves quizá cause efectos sobre la salud. O quizá el Estado juzgue adecuado desincentivar su consumo mediante el mecanismo de precios, buscando inducir un buen comportamiento entre sus ciudadanos. Despenalizar el consumo de la mariguana es un primer paso para su legalización, el circuito completo implica determinar de qué tamaño será el IEPS, cómo se recaudará, y cómo se distribuirán (entre la Federación y los Estados y Municipios), los ingresos resultantes. Así es que la discusión apenas comienza.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Sanos Vs Enfermos: El Impuesto Al Churrasco

La política fiscal debe ser equitativa, nos dicen, debe de gravar a los que mas tienen para ayudar a los menos favorecidos y buscar la máxima igualdad posible en una sociedad. Bajo ese esquema existen dos extremos: ricos y pobres. ¿Pero qué ocurre cuando esos dos extremos son los ciudadanos sanos, que cuidan lo que comen, por un lado; y por el otro tenemos a los ciudadanos enfermos crónicos, cuya dieta los incapacita económica, y por lo tanto fiscalmente?
Para la actual política fiscal la dieta y la salud de los individuos no es relevante. La única variable es la capacidad de generar ingresos y acumular riqueza: los impuestos buscan entonces modular la desigualdad siendo progresivos. Los deciles más altos ayudarán a financiar a los más bajos con el fin de cerrar la brecha de equidad.
¿Pero qué ocurre cuando un ciudadano, por culpa de su dieta, sufre una enfermedad crónica que lo incapacita económicamente y por lo tanto ya no puede tributar? ¿Es justo que su tratamiento sea financiado por ciudadanos que cuidan su dieta, hacen ejercicio y cuidan su salud?
La incidencia de enfermedades crónico degenerativas en el mundo, pero especialmente en México, es tan aguda, que es necesario hacernos esta pregunta y plantear su respuesta, porque dicha solución no es sencilla, pues hay un elemento muy complicado en la discusión: la elección personal y la industria alimenticia.
La libre elección es el principio sagrado de la libertad económica. ¿Pero qué ocurre cuando el consumidor decide una dieta que lo lleva a una enfermedad crónico degenerativa que lo incapacita económicamente a una edad mucho más temprana que un consumidor que elige una dieta sana?
Ya no es posible negar la evidencia que muestra que una dieta basada en proteína animal (sobre todo carnes rojas y procesadas), rica en grasas y en azúcar y alimentos excesivamente procesados, está asociada a la creciente y alarmante incidencia de enfermedades crónico degenerativas como la diabetes, afecciones coronarias y cardiopatías. La dieta de las sociedades avanzadas está produciendo poblaciones con una edad productiva menor, a pesar de que la esperanza de vida siga creciendo. Las poblaciones quizá vivan más, pero su vejez es de mucho menor calidad y su productividad decrece aceleradamente debido a las enfermedades crónico degenerativas que se presentan a una edad cada vez más temprana.
Lo anterior implica un porcentaje cada vez mayor de las poblaciones con necesidad de tratamientos de muy largo plazo, prácticamente permanentes, lo que significa una trayectoria alarmante para los presupuestos de salud pública en el muy corto plazo. De hecho, y a juzgar por experiencias personales, el sector público en México ya está en una situación en donde la cobertura de las enfermedades crónico degenerativas representan la más importante presión de finanzas públicas.
El gran problema es que dicho patrón de dieta y sus tremendas consecuencias económicas surgen de la elección personal. Es la elección personal la que lleva a un consumidor a ingerir un churrasco en vez de una ensalada; a preferir un pastelillo procesado a unas almendras como postre. Es la elección personal la que lo lleva a decidir hacer o no ejercicio una hora diaria. El gran problema es que esas decisiones personales se han convertido en una enorme carga fiscal para el colectivo social.
Para modular la brecha de renta entre ricos y pobres tenemos el impuesto sobre la renta. ¿Pero cómo modulamos la desigualdad entre enfermos por su elección de dieta y los individuos sanos? ¿Es justo que un ciudadano sano, laboral y fiscalmente viable a los sesenta años, financie a un conciudadano suyo que a la misma edad ya no puede trabajar ni tributar debido al daño a su salud causada por la dieta seguida a lo largo de su vida?
Si ponemos un impuesto especial a las carnes rojas y a los alimentos muy procesados, los cuales se encuentran indudablemente tras las enfermedades crónico degenerativas, los precios aumentarán, con lo que quizá el consumo disminuya y la prevalencia baje. Pero también estaremos imponiendo un impuesto a los consumidores que hayan hecho esa elección de dieta, y así con su consumo presente, puedan ayudar a solventar, a sus hijos y nietos, el costoso tratamiento que necesitarán en el futuro.

domingo, 4 de noviembre de 2018

El Liberalismo Sordo

El orden económico liberal está roto. Hecho pedazos. El liberalismo tiene tres vertientes: el comercial, el monetario, el económico, y el fiscal. Y mírenlo ahora: naufragando entre guerras comerciales, presidentes queriendo intervenir en las decisiones del banco central, coartando el crecimiento de los gigantes tecnológicos, y produciendo déficit fiscales en medio de expansiones económicas. Pero el liberalismo fue sordo. No quiso escuchar. Y eso que se le advirtió muchas, muchas veces.
La advertencia al liberalismo vino incluso desde dentro: quien quizá sea el mejor economista contemporáneo, Joseph Stiglitz, durante su labor como economista en jefe del Banco Mundial, y después, fue claro y vocal al respecto: el éxito del orden neoliberal se ha concentrado en demasiadas pocas manos y ha descansado sobre la pobreza de muchos. No fue el único: economistas como Paul Krugman, Paul Romer, e incluso empresarios como Warren Buffet advirtieron puntualmente sobre las consecuencias de la profunda desigualdad implicada por el orden liberal.
Las advertencias fueron múltiples: el ascenso de la ultraderecha extrema en Francia, la convulsión política en Italia, el fin del histórico bipartidismo en España, el Brexit, la elección de Trump en Estados Unidos y la de Bolsonaro en Brasil. El fin del orden liberal acecha también a Alemania y a Canadá. Quedarán pocos bastiones. Incluso Francia, votando por el liberalismo con tal de no caer en el nazismo, está en peligro de ceder.
Pero el liberalismo eligió la sordera. Incluso cuando llegaba a escuchar las críticas sobre el grave problema de la inequitativa distribución de ingreso y riqueza, respondía, tozudo: el problema es que las reformas liberales no se implementan completas, si se llevaran a cabo a fondo, el problema de la desigualdad amainaría. Fue sordo hasta cuando oía.
El orden liberal se puede romper por la derecha, o por la izquierda. El ascenso de Hitler y Mussolini respondió también al fracaso del liberalismo decimonónico y de principios del siglo XX. Y está ocurriendo de nuevo, con las connotaciones antisemíticas, racistas, anti-intelectuales y de uso de la fuerza que les caracterizan. 
El liberalismo eligió la sordera, porque de dentro, y de fuera (como Thomas Piketty por ejemplo) se les dijo muchas veces: la apropiación tan concentrada de los ingresos y los acervos, requisito y resultado de la expansión económica liberal iniciada tras la caída el Muro de Berlín, tarde que temprano será motivo de una crisis política y económica. Los votantes hartos de no ver sus salarios reales subir durante décadas. Los consumidores endeudados para poder alcanzar un mediano nivel de vida.
A cada reclamo el orden liberal respondía con la misma receta: menores impuestos para el capital, so pena de perderlo y que huyera a economías más amables con él; menores salarios reales para atraer las empresas que buscaban maximizar sus beneficios reduciendo costos; invirtiendo en países en donde la regulación y la implementación de las políticas medioambientales fueran las más laxas para así reducir los costos; reduciendo el salario real futuro (las pensiones), mediante el sometimiento de los sindicatos, creando así un severísimo problema fiscal para los Estados nacionales.
Todo lo anterior se vio reflejado en un espectacular crecimiento de las ganancias corporativas, propulsadas además por una oleada de innovaciones tecnológicas que crearon bienes y servicios que no existían y para los cuales no había reglas tributarias (como Airbnb o Amazon, por ejemplo) y cuyos ingresos no ha sido recaudado por los Estados como las industrias tradicionales, y han producido por tanto ganancias fastuosas para los accionistas.
El capitalismo propietario incluso está en crisis. Hace algunas pocas décadas los trabajadores en los países avanzados eran grandes poseedores de las acciones de sus compañías y de otras. Hoy incluso las empresas usan sus beneficios para recomprar sus propias acciones en el mercado. El número de empresas que cotizan en las bolsas y cuyas acciones pueden ser adquiridas por el público se encuentra en mínimos de casi un siglo, pues las nuevas empresas (como Uber, Airbnb y Cabify, por ejemplo) son poseídas por las grandes fortunas individuales y familiares, y ni siquiera llegan ya al mercado de valores.
El liberalismo no escuchó y no escucha. Lo lamentaremos todos. Verán.

lunes, 29 de octubre de 2018

La Nueva Economía Mixta: Dos Ejemplos

Hace algunas décadas la economía mixta era común: el gobierno era propietario de empresas, y competía incluso con los privados, e incluso los sustituía. Este modelo sigue vigente en algunos países como Francia y es la norma en naciones como China. Pero la nueva economía, la que surja de la crisis tan seria del orden liberal, deberá de ser mixta. Pero de una forma distinta. En mi opinión deberá de usar al estado para que alcancemos la mejor solución de mercado, la cual si no interviene el gobierno, no puede ser alcanzada. Aquí revisamos dos ejemplos que tienen que ver con un tema difícil: la pobreza.
No es fácil, ni siquiera para los que se dedican a esos temas, diferenciar entre flujos y acervos, entre el estado de resultados y el balance, entre el PIB y el stock de capital de un país, entre ingresos y riqueza. Vale la pena establecer esa diferencia porque en el debate sobre la desigualdad estos dos conceptos tienden a borrarse y con ello se mal diagnostica el problema y se falla en la solución. Hay ricos que tiene muchos activos y pocos ingresos; hay pobres que tienen ingresos y no acumulan activos. Y el remedio para esos problemas difiere, pero los impuestos son clave en cualquiera de los casos.
Hace algunos años un economista peruano, Hernando De Soto, hizo popular entre los círculos conservadores un diagnóstico interesante, que partía del diagnóstico correcto, pero que tenía una trampa clásica en la solución. De Soto decía que para muchos pobres en Latinoamérica su problema era que estaban sentados sobre activos valiosos, sus tierras comunales, que debido a que carecían del adecuado registro legal, no podían comprarse y venderse. 
El diagnóstico es correcto, pero no es nuevo. Es tan viejo como la colonia. Las tierras comunales han sido siempre un bien valioso para el mercado, y si las condiciones fueran propicias, las comunidades podrían prosperar al entrar en el mismo. Pero al minimizar de Soto la pobreza de ingresos deja a los pobres una salida falsa: malbaratar su tierra. No es lo mismo comprar, vender o hipotecar la tierra comunal cuando se tienen ingresos sólidos que hacerlo en un ámbito en donde no hay ingresos y se tienen deudas que pagar. En el primer caso el valor de la tierra se potencia, en el segundo se remata. 
Históricamente el argumento de De Soto ha servido para rematar la propiedad comunal en el mercado. Bueno sería que la tierra comunal entrar al mercado en condiciones ventajosas para las comunidades y que incluso en el mercado, las comunidades crecieran las tierras que poseen, como lo hacen los menonitas en el norte de México. Las transferencias son esenciales en este caso para alcanzar la mejor solución de mercado.
El otro extrema del desbalance entre acervos e ingreso es también un caso muy interesante. Existe, y es creciente incluso, un segmento de la población de los estratos más altos cuyos ingresos son decrecientes, casi hasta desaparecer pero que tiene activos también. Es el caso opuesto a los pobres rurales. Son ricos urbanos que debido a su edad han dejado ya de trabajar y sus ingresos dependen de sus pensiones o la reducción de sus ahorros, pero que cuentan con acervos acumulados a lo largo de su vida laboral: sus casas.
Típicamente las clases media alta, y alta urbanas acumulan una o varias casas durante su vida laboral, y el tamaño de las mismas fue determinado por la necesidad de criar una familia que, al llegar los individuos a la vejez, ya ha emigrado a otro hogar. Viejos solos en grandes casa o departamentos urbanos, con bajos ingresos pero con alto valor comercial de sus propiedades son cada vez más comunes en las metrópolis modernas y plantean no únicamente problemas sociales: cómo ayudar a ese segmento creciente de la población, sino también urbanos, barrios regenerados por jóvenes afluentes con alto dinamismo comercial que presionan a la expulsión de los viejos residentes al encarecerlos.
En las economías más desarrolladas los mercados proveen la suficiente liquidez para convertir a los acervos en ingresos, pero el principio y el problema es el mismo. Las transferencias a los adultos mayores son muy importantes incluso en ese caso para que los individuos aprovechen la oportunidad del mercado en condiciones favorables, y no que la vejez y la urgencia de ingresos los obligue a rematar sus activos.

domingo, 21 de octubre de 2018

¡Dame Otra C! ¿Qué Dice? T-MECC

La fuente principal de la caravana que quiere entrar a los Estados Unidos a través de México es Honduras, el país más desigual de Latinoamérica, y uno de los más violentos. También es el país centroamericano que más ha sufrido por el profundo bache en el precio de las materias primas experimentado desde inicios del 2015 y que llevó a colosos como Brasil a una recesión severa. Creo que sólo hay una salida duradera para este problema: el convertir a Centroamérica en un exportador de manufacturas a través de su inclusión en el T-MECC (así, con una C adicional).
Centroamérica, con la excepción de Costa Rica (con una economía diversificada), y Panamá (un centro financiero), tiene una economía similar a la que México tenía hace cuarenta año, con una carencia notable: petróleo. La región económicamente más complicada de Centroamérica es el conjunto Honduras-El Salvador-Nicaragua, países que dependen de la exportación de ciertas materias primas para poder tener los recursos e importar alimentos y los bienes de capital para impulsar la economía. Como su base manufacturera es extremadamente débil, están sensiblemente ligados al ciclo de los precios de las materias primas, las cuales entraron en los inicios del 2015 en una severa depresión, que no da visos de repunte en el corto plazo.
Honduras exporta principalmente textiles (camisetas y sweaters), plátanos, café, langosta, aceite de coco y cables aislados. El 58 por ciento de sus exportaciones van a los Estados Unidos, y sus otros mercados importantes son El Salvador, Alemania y México. Sus importaciones abarcan prácticamente todos los sectores aunque destacan, no por su monto, sino por su importancia, tres artículos: maíz, trigo y arroz, cuyos precios han subido notablemente en los últimos meses, mientras que los precios de las exportaciones hondureñas se han desplomado.
El precio de lo que Honduras vende ha caído, y el precio de los alimentos que Honduras compra ha subido. El resultado es el hambre y la violencia que ha disparado la caravana de desesperados ciudadanos de ese país rumbo al norte del continente con el fin de escapar a esta cruel pinza económica que los aplasta.
Hace cuarenta años, toda proporción guardada, México tenia una economía con un dilema similar. Sus exportaciones, fuera del petróleo, eran jitomates, camarón congelado, algunas frutas tropicales, y otros productos primarios. Hace cuarenta años las exportaciones manufactureras de México eran mínimas. Cuando en 1982 el país cayó en quiebra por el desplome de los precios petroleros, el gobierno y los empresarios tomaron una decisión, desesperada que hoy parece visionaria: convertir a México en un exportador de manufacturas para evitar depender de los impredecibles y agudos ciclos de las materias primas que habían impulsado y hundido a lo largo de la historia la economía mexicana.
Hoy México es una potencia exportadora, y en sectores como el automotriz, el de aviación, el de computadoras y partes electrónicas y maquinaria, se encuentra entre los cinco más relevantes en el mundo. El TLCAN sirvió justo para ese propósito, utilizar a México como la plataforma de bajo costo laboral de Norteamérica, mientras que en Estados Unidos se generaban las actividades de mayor valor, como la invención, el diseño, la mercadotecnia, etc. México se insertó en este proceso como un mero maquilador, pero con los años la cadena de valor manufacturera ha sido transferida cada vez más hacia el país, y hoy la manufactura local va mucho más allá del mero ensamble.
El TLCAN y su muy parecido sucesor, el T-MEC, no son la solución a los problemas económicos del país, e incluso en términos de los salarios reales pagados a los sectores ligados a la exportación, la evolución no ha sido la necesaria para reducir la pobreza en México. El TLCAN también ha partido a México en dos económicamente: el norte integrado a la economía de los Estados Unidos, y el sur anclado a la producción primaria y lejos de la cadena de valor de Norteamérica. 
Pero la mejor opción para Centroamérica es aliarse con México y entrar en el corto plazo a la integración económica norteamericana. Es su mejor apuesta para romper con el acentuado ciclo de las materias primas. Seguro que es un proceso complejísimo. Pero es la mejor apuesta en este momento para los jugadores involucrados.

domingo, 7 de octubre de 2018

El Ecologismo, Fase Superior Del Liberalismo

Desde la Residencia Otes, en Essex, en donde vivió, pensó y discutió en sus últimos años, quizá John Locke no imaginó que el bosque espeso que lo rodeaba era el límite argumental de la teoría que el prohijó y defendió toda su vida: el liberalismo. Los ingleses llaman a un parque urbano “common”, reflejando el carácter comunal del entorno natural, en oposición a los cotos privados. La naturaleza debiera de ser un bien común, pero en el liberalismo se encuentra la semilla de la terrible devastación ecológica que sufre el planeta y nuestro país.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), publica de manera regular las Cuentas Económicas y Ecológicas de México, un singular esfuerzo por contabilizar el costo al acervo natural de México de nuestro crecimiento económico. Las estadísticas del INEGI, casi únicas en el mundo, deberían de ser monitoreadas y tomadas en serio. ¿Cuántas selvas nos ha costado la próspera ganadería del sureste? ¿Cuánto daño a los mantos freáticos del norte nos cuesta la historia exitosa de la maquiladora en el norte de México? ¿Cuánto bosque, urbano y rural, nos cuesta el extraordinariamente dinámico sector inmobiliario del banco de México? ¿Cuánta degradación de las cuencas hídricas nos cuesta la boyante agricultura del noroeste y el noreste del país?
¿Cuánto vale el Río Bravo, la Laguna de Chapala y la Laguna de Mayrán? Desecados o en peligro de desecarse debido al éxito económico de la maquila, de la zona metropolitana de Guadalajara y la región lechera-agrícola-industrial de La Laguna. Las cifras del INEGI intentan mostrar justo eso: el costo medioambiental de nuestro crecimiento económico, y presentan cifras ajustadas por ese costo: una estimación del crecimiento económico neto de la pérdida medioambiental.
El liberalismo pone en el centro del contrato social la libertad del individuo. Dicha libertad de emprender, de trabajar y apropiarse de los frutos de su trabajo, es necesario para despertar la inventiva y la energía social que e final de cuentas podrá producir una mejor sociedad para todos. Es la mano invisible: buscando el interés particular maximizamos el interés general.
El primer problema conceptual que enfrenta el liberalismo es en dónde termina la libertad del emprendedor y en dónde empieza la libertad de los que no lo son. La libertad de los emprendedores puede implicar la explotación del asalariado, dando origen a las teorías que buscan defender a los trabajadores. El surgimiento de la ideología socialista es un resultado natural del liberalismo, aquellos menos favorecidos oponen a la ideología dominante un mecanismo de defensa que elimine los excesos en la explotación laboral y la desigualdad económica. Aquellos para los que la libertad económica se traduce en sufrimiento y precariedad, tienen desde el siglo XIX una alternativa política que ha buscado equilibrar la injusta distribución del producto y la carga de trabajo sociales.
Los trabajadores pudieron oponer una o varias teorías al liberalismo. Han podido organizar una respuesta y un contrapeso a través de un discurso y una práctica. Pero ¿qué ocurre con aquellos otros insumos de la economía, además del trabajo, que son estresados por la explotación, pero que no son capaces de articular una réplica al liberalismo? Los animales, domésticos o salvajes, forman parte del costo del desarrollo económico fundado sobre la libre acción individual de los emprendedores, y su sufrimiento es patente. Tan patente que los movimientos para evitar su sufrimiento y extinción lograron implantarse en las buenas consciencias del liberalismo y la izquierda desde inicios del Siglo XX. El sufrimiento de una tortuga con un popote de plástico enterrado viralizado en internet ha desatado una campaña mundial contra ese producto que ha sido muy efectiva.
Pero la cuenca del Río Bravo no puede comunicar su sufrimiento, la seca Laguna de Mayrán no puede volverse viral en internet. El ecologismo es un intento desesperado de un extremo del liberalismo por hacerle ver al liberalismo puro y salvaje que no es posible tratar al planeta como lo estamos tratando: la economía está desecando la fuente mismo de su riqueza, la naturaleza. Nuestro INEGI nos está ayudando a calcular cuánto nos cuesta cada peso de PIB. Hagamos algo al respecto 


domingo, 30 de septiembre de 2018

¿El Regreso Del Petróleo Caro?

Quien lo diría hace tres años: el precio del barril de petróleo se ha disparado y muchos hablan de ver de nuevo el nivel de los cien dólares. La recuperación del precio había sido gradual pero sostenida a lo largo de los últimos veinte meses  más o menos, pero de agosto a la fecha todo se aceleró, y lo interesante es que el factor que provocó hace cuatro años el desplome de las cotizaciones: el petróleo shale, y que todo mundo pensaba que sería un factor para evitar el despegue de los precios de nuevo, no parece estar presente: al menos por el momento.
No hay que subestimar la fuerza del petróleo shale. A partir de hace dos meses un dato muestra su potencia: los Estados Unidos se convirtieron en el principal productor de petróleo del mundo, parados en la fuerza del shale. Pero un par de factores inesperados: el renovado bloqueo contra Irán, la larga crisis de producción en Libia y el desplome petrolero de Venezuela, han compensado el aumento de la producción en EEUU y en otras latitudes.
El precio del barril, medido por el referente Brent, el crudo ligero del mar del norte, cerró por encima de 80 dólares la semana pasada, y los contratos de futuros han incrementado su volumen y las posiciones cortas se han reducido dramáticamente. Los inversionistas en ese mercado se han tornado muy optimistas en meses recientes. No obstante, el alza en precios ha sido muy rápida en los últimos dos meses y otros analistas piensan que el mercado podría estar cerca de una corrección a la baja.
Más allá de la dirección de corto plazo, vale la pena reflexionar sobre dos factores de mediano y largo plazo. El primero es la ausencia casi completa del mercado de dos jugadores cruciales: Irán y Venezuela, ambos enfrentados a los Estados Unidos y el segundo, sumido en una crisis desesperante que ha aniquilado no solo a una otrora orgullosa industria petrolera, sino a lo mejor de su sociedad incluso.
Es difícil no decirle a Donald Trump que antes de quejarse de altos precios del petróleo se ponga en paz a si mismo. La suspensión del acuerdo que Obama había logrado con Irán, y la renovación de las sanciones comerciales contra ese país, redujo dramáticamente la oferta de los persas en el mercado, y junto con el desplome venezolano, ha sido una factor importante en el reciente despegue de los precios.
Por el lado del otro jugador, el petróleo shale, algunos factores coyunturales parecen estar conteniendo el potencial de corto plazo, aunque hay un factor de mediano plazo que vale mucho la pena monitorear. El factor de corto plazo es un inesperado faltante de oleoductos que ha hecho que la adición de nuevos pozos haya sido negativa en las últimas dos semanas, es decir, ha habido un cierre neto de pozos en los últimos quince días en los EEUU debido a la súbita escasez del tubos para ductos. 
La recuperación de los precios ha sido tan súbita de inicios de agosto a la fecha que la demanda ha superado a la oferta de ductos y actualmente hay un cuello de botella en el sector shale que le ha impedido aumentar la oferta, lo que ha ayudado al disparo de los precios en el mercado. El número de pozos shale no se aumentado desde junio, y a pesar de ello la producción de EEUU alcanzó el récord de 11 millones de barriles, lo que significa que los petroleros están sacando más de cada pozo.
De mediano plazo entonces, hasta que la producción doméstica se capaz de cerrar la brecha de demanda, habrá un cuello de botella en el sector shale, sobre todo por un factor irónico: la política comercial de Trump que, entre otras cosas, ha levantado barreras a centenares de importaciones, entre ellos los tubos para los oleoductos. Trump se ha quejado de los altos precios del petróleo, y quizá él sea la razón del alza, al declarar guerras comerciales contra medio mundo, causando escasez de insumos para la industria.
El otro factor que estaría limitando la oferta de shale es potencialmente preocupante. Análisis recientes sugieren que muy pocas petroleras shale son rentables, y que el auge en ese sector tiene rasgos de una burbuja especulativa, banqueros de Wall Street desesperados por prestar dinero, petroleros hambrientos de liquidez, pero una operación poco o nada rentable debido a los altos costos y los bajos precios. Si el shale no se ha subido al auge de los últimos meses debido a restricciones financieras, vale la pena estar atentos.


sábado, 22 de septiembre de 2018

Domingos Rancheros: La Banda El Recodo Antes De lo Vulgar; "Costumbres"

¿Por qué el sur de Sinaloa ha dado tantos símbolos identitarios para la cultura popular mexicana? Quien sabe. Pero allí nacieron Pedro Infante, Lola Beltrán, los legendarios Tigres del Norte, y también allí fue creada la hoy famosísima Banda El Recodo.
Durante décadas la tambora era una música local, reducida a Sinaloa, y por alguna razón, a Zacatecas, y sin duda su mejor interprete era La Banda el Recodo de Don Cruz Lizarraga.
Cuando llegué de Sinaloa a estudiar a la Ciudad de México en 1985, la música de banda era una rareza en la capital. Quienes oíamos y bailábamos tambora éramos los expatriados sinaloenses y nayaritas perdidos por acá. Pero de pronto algo pasó, y hoy la música de banda es tan popular que está por todas partes, hasta el punto de la saturación.
Parece ser que Don Cruz Lizarraga se opuso siempre a que su banda incluyera vocalistas. Quiso mantener la tradición instrumental y limitarse a la música regional, lejos de la música comercial. Pero al morir Don Cruz Lizarraga sus hijos y parientes que formaban El Recodo decidieron volcarse a la música comercial e incluir un vocalista, teniendo el tino de escoger a una voz tremenda: la de Julio Preciado.



Tengo para mi que Julio Preciado define, para bien y para mal, la evolución de la música de tambora. Una voz poderosa, suave y con altos agudos, que interpretaba canciones difíciles con una tremenda facilidad, supo capturar el espíritu tabernario y festivo de la música de la tambora.
La banda se canta en fiestas, palenques y cantinas, no es música de cámara ni de sala de estar. Y la voz de Julio Preciado fue justo lo que se necesitaba para que el Recodo diera el gran salto de una banda de música tradicional a un fenómeno transcultural y transregional, convirtiéndola en un fenómeno internacional y poniendo a la música de tambora en el centro de la cultura popular mexicana, incluso a despecho del ranchero.
El Recodo y Julio Preciado fueron incapaces de manejar su tremendo éxito comercial (un ejemplo, dos de los tres álbumes más vendidos de la historia de México son de la Banda El Recodo) y se separan, y es allí donde inicia la vulgarización de la tambora.
Tras la separación de su vocalista, El Recodo recluta a "el Mimoso", un cantante correcto pero incapaz de alcanzar las notas y el estilo del coloso Julio Preciado, así que para tratar de alcanzar los tonos de Preciado el Mimoso no tuvo otro remedio mas que gritar, y fue allí donde se chingó la patria.
La llegada del Mimoso coincide justo con la invasión del país por la música de banda, todo mundo comenzó a escucharla y llegó a Bandamax y otros canales de televisión, y de allí en adelante todas las bandas que surgieron, queriendo imitar a El Recodo, comenzaron a gritar como el Mimoso. Ya no hubo regreso: la banda se grita. Lamentable.
Todo por querer imitar a Julio Preciado, siendo que la banda se puede cantar como la cantaba Antonio Aguilar y José Alfredo Jimenez, e incluso Pedro Infante. Maldito Mimoso.

EL Peso/Dólar Y La Torta de Jamón

Si tomamos dos rebanadas de bolillo y les untamos mayonesa, y ponemos una loncha de jamón y una rodaja de jitomate, tendremos una torta de jamón. Si lo hacemos una o cien veces, tendremos siempre el mismo resultado: una torta de jamón. Pero si lanzamos un dado tendremos un resultado incierto. Si lo hacemos uno u cien veces tendremos resultados dispares. Algunas partes de la economía funcionan como una torta de jamón, pero otras funcionan como un tiro de dados, especialmente las divisas.
Donald Trump es fácil de entender: quiere que lo quieran obligándote a golpes. Quiere mejorar las condiciones comerciales de EEUU ante el resto del mundo cerrando el comercio. Es como invitar a alguien a tu casa y que llegue tirando la puerta a patadas para que lo trates bien. Tal es la política comercial de Trump, y quizá le haya logrado algunas victorias, pero contra China las cosas pueden ser diferentes.
La semana pasada publicamos en esta casa editorial un rápido análisis sobre las posibles consecuencias que podría tener sobre México la acrimoniosa disputa comercial entre Estados Unidos y China. El razonamiento es el siguiente: dado que en algunos sectores México y China compiten por el mercado estadounidense, si Trump incrementa aranceles a China eso hará a las exportaciones mexicanas más competitivas en el mercado del norte.
Esta incremento inesperado de la competitividad puede traducirse en dos efectos: sea que México exporte una mayor cantidad con la actual paridad peso/dólar; o que exporte la misma cantidad pero permitiendo que la cotización peso/dólar se aprecie. O una mezcla de ambas. Y eso parece ser lo que está ocurriendo. La disputa comercial EEUU Vs China ha coincidido con una apreciación modesta del peso/dólar, a pesar de que las perspectivas de un acuerdo del TLCAN no parecen haber mejorado.
Y aquí es donde regresamos a nuestra torta de jamón y el tiro de dados. Los mercados de divisas son extremadamente difíciles de pronosticar. Son tantos los factores que intervienen de manera simultánea en la oferta y la demanda de divisas que en el mercado y en la academia existe un consenso respecto a la dificultad de predecir el curso de corto plazo de las paridades.
Una partícula de sólido dentro de un líquido describe una trayectoria imposible de pronosticar. Son tantas las combinaciones de los efectos de otras partículas entre sí y sobre dicha partícula sólida, que su derrotero es imposible de predecir, pero si es posible de describir, a través de las ecuaciones del movimiento browniano. Muchos economistas afirman que los precios de las acciones y de las divisas son tan impredecibles como un volado, un tiro de dados, o el movimiento browniano. Y quizá tengan razón.
El sistema de aranceles, cuotas y acuerdos comerciales actualmente en vigor en el mundo han producido un período prolongado de relativa estabilidad cambiaria desde que la crisis de 2008-2009 provocó un sobresalto significativo en el equilibrio previamente existente. Lo anterior no es un hecho menor: históricamente el patrón oro fue sustituido por un sistema de tipos de cambio fijo, y cuando el sistema de tipos fijos no pudo ser mantenido pasamos a un esquema de paridades flexibles pero con volatilidades mínimas.
Una volatilidad reducida es el nuevo patrón oro.Es imposible atar las paridades a un metal de oferta limitada como en el patrón oro; el sistema de tipos fijos es extremadamente ineficiente para absorber choques externos y crea incentivos para hacer trampa. El esquema que la economía global ha encontrado para convivir es un sistema de tipos de cambio flexibles con una volatilidad mínima.
Y es esa volatilidad mínima la que la política comercial de Trump está poniendo en entredicho. Cada nueva ocurrencia del estadounidense introduce grados de volatilidad adicionales en el sistema que amenazan con desalinear el sistema de paridades actual. Un día son aranceles a los autos y el acero europeos, el otro día son cuotas a los lácteos canadienses, al siguiente es la amenaza de terminar el TLCAN, y ayer fueron los misiles comerciales contra China en la forma de múltiples aranceles y barreras comerciales.
En un régimen de tipo de cambio flotante, la forma más rápida y eficiente de combatir un arancel es una depreciación cambiaria. Con cada arancel que Trump dispara el riesgo de una desalineación del delicado equilibrio de paridades en el mundo se incrementa, y dado el sistema complejo que es la economía global, el resultado final de dicho aumento de la volatilidad son impredecibles.
El ejemplo de la tríada EEUU-China-México es un buen ejemplo de lo anterior. El mercado 
cambiario nacional parece saludar con entusiasmo cada misil que Trump lanza contra la muralla china, como si cada arancel contra el gigante asiático fuera un esteroide a favor del peso mexicano. Los vasos comunicantes de las finanzas globales son caprichosos y no vaya a resultar que de ser los bad hombresde la campaña de Trump, los mexicanos acabemos siendo beneficiados de rebote por la política de Trump en contra de su principal rival comercial: China

domingo, 16 de septiembre de 2018

2008-2018: Mi Historia Personal De La Crisis

Lo recuerdo muy bien: el fin de semana de conmemoraciones de la independencia mexicana hace diez años coincidió con la eclosión de la mayor crisis financiera en lo que va de este siglo, y en la cuenta larga, sólo rivalizada en virulencia, aunque no en intensidad, por la Gran Depresión de 1929. Recuerdo abrir en internet el website del Wall Street Journal y ver los titulares: Lehman Brothers se declaraba en quiebra, y la colosal Merrill Lynch era vendida a precio de saldo a Bank of America. En los meses subsecuentes yo perdí mi empleo y la economía mexicana se hundió en su peor crisis desde 1994. Mas que eso: el mundo cambió para siempre. Y sigue cambiando debido a esa crisis.
Yo era el director general adjunto de un poderoso banco franco-belga, Dexia, a la sazón el mayor banco del mundo en financiamiento del sector público y del de infraestructura. Era en aquél tiempo un orgulloso conjunto de equipos entrenados en la estructuración de proyectos de infraestructura en todo el planeta, reconocido por el cuidado con el que generaba sus activos, pero tuvo un problema: financiaba proyectos de muy largo plazo y poco líquidos, con financiamiento de corto plazo y volatil. Ese modelo estaba destinado a tronar: tarde que temprano habría una crisis de liquidez en la cual las necesidades de financiamiento no podrían ser cubiertas con los activos de muy largo plazo.
La mañana del 16 de septiembre de 2008 disparó una crisis bancaria que muy rápidamente derivó en una crisis de liquidez, por lo que los grandes bancos que como Dexia, dependían del financiamiento de corto plazo para operar se quedaron sin oxígeno, pues los bancos centrales, especialmente el europeo, tardaron mucho en reaccionar y abrir la llave de la liquidez. En el curso de muy pocos meses Dexia, junto con decenas de bancos alrededor del mundo, eran obligados a cerrar sus actividades. 
Un banco es un negocio peculiar: pide prestado para prestar. Eso es lo que hace. Pide prestado al público ahorrador y/o al mercado, para prestar, así que cuando el mercado dejó de prestar, y el prestamista de última instancia, el banco central, vaciló en hacerlo, decenas de bancos crujieron y tronaron, y el panorama financiero cambió para siempre. Hoy los grandes bancos de hace diez años, antes verdaderos emperadores, son eclipsados por los colosales gestores de activos: Blackrock, Vanguard y State Street, entre otros, y los bancos centrales, hace diez años ausentes en el mercado de liquidez de corto plazo, hoy son una fuente –si bien recalcitrante- del fondeo de corto plazo.
El banco en el que trabajaba, Dexia, siguió los pasos de decenas de sus competidores: cerró, y con el tiempo tuve el honor de hacerme cargo del manejo de las finanzas de la Ciudad de México. Durante una buena parte de mi gestión, tuve un ayudante peculiar: la Reserva Federal de los Estados Unidos, la cual al bajar sus tasas de interés a cero por ciento, con el fin de inyectar la urgente liquidez en el sistema bancario, nos dio a gobiernos, empresas y hasta los especuladores, un regalo histórico: los costos financieros mínimos de la historia del capitalismo mundial. En México las tasas de interés líder reguladas por el Banco de México cayeron casi al tres por ciento, algo jamás visto, lo que significó que la Ciudad de México, así como el país y sus empresas, gozaron de un costo financiero extremadamente bajo y nos dio un margen de maniobra que en nuestro caso, pudimos utilizar para producir finanzas públicas equilibradas y acomodar las otras presiones de gasto para entregar superávits estables.
Diez años después estos es lo que sé: que los bancos son instituciones extremadamente frágiles y peligrosas si no existen mecanismos precisos de liquidez; que la ortodoxia económica es un lastre irresponsable en tiempos de crisis y que el costo humano de vacilar es prohibitivo, se debe de intentar lo que sea para evitar que una crisis se profundice –ojo, esto no es simétrico en las expansiones-; que las finanzas públicas en los últimos diez años gozaron de un regalo histórico, tasas de interés mínimas, que ya van de salida, y que deben de estar preparadas para el regreso a la normalidad; que es fácil ser dogmáticos en economía, y que es muy fácil dejar de serlo, sólo hay que creer lo que ven tus ojos; que si ocurrió una vez, entonces volverá a ocurrir: la economía vive a lo largo de ciclos, de expansiones y cataclismos, y que luego de caer en un hoyo espantoso hace diez años la recuperación económica ha sido portentosa, pero que debemos de estar atentos a los riesgos que pululan por doquier, y que tarde que temprano, nos estallarán de nuevo en la cara.

domingo, 9 de septiembre de 2018

El Mundo Está Por Acabarse

Cuando los griegos ganan la batalla de Maratón, los atenienses se enteraron horas después de la victoria y prepararon la ciudad para el nuevo escenario. En la era de los descubrimientos geográficos europeos, las potencias imperiales tardaban meses en saber de sus nuevos territorios ganados. Hoy los eventos se conocen al instante y sus repercusiones son veloces, y eso está cambiando la forma en que los gobiernos y las instituciones, de por si lentos por diseño, reaccionan ante los raudos cambios de la nueva economía, y se están quedando atrás sin remedio.
Sillicon Valley va mucho más rápido que Washington. La franja costera y los valles adyacentes a la costa del pacífico californiano llevan casi cuarenta años transformando al mundo a una velocidad inesperada, y sus productos han hecho obsoletos no únicamente los artefactos que conocíamos, sino a los gobiernos mismos.
La forma en que escuchamos música, en que conservamos imágenes, en que nos comunicamos, en que nos entretenemos, ha sido revolucionada por Sillicon Valley, con el financiamiento de Wall Street, durante las últimas décadas, abrumando al orden económico establecido y presentando un acertijo a los gobiernos.
Pensemos por ejemplo en Uber. Sillicon Valley toma un bien ya existente, el automóvil, y lo convierte en un extraordinario negocio para la empresa que desarrolla la plataforma: Uber, pero también para decenas de miles de personas que tienen una oportunidad de ingreso. Las víctimas de este invento son evidentes: los taxistas, quienes gozaban de una patente de corso de la cual extraían rentas del resto de la sociedad, y quienes han montado espectaculares protestas, con distintos resultados, en diversas ciudades del mundo. 
Los gobiernos del mundo no han articulado una solución coherente ni uniforme al reto y la oportunidad planteado por inventos como Uber o Airbnb. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que quizá Uber es sólo un producto temporal en lo que llegan los autos no tripulados. Si los gobiernos no saben bien a bien qué hacer con Uber, en términos de la regulación y de sus efectos sobre esa parte de la fuerza laboral que enfrenta de súbito una competencia nueva, ¿Qué van a hacer los gobiernos cuando lleguen las flotillas de autos no tripulados? ¿Cómo va a enfrentar el reto de regular, vigilar, contener y administrar esas flotillas de autómatas que transportarán a sus pasajeros sin necesidad de conductores? 
El auto no tripulado está, literalmente a la vuelta de la esquina (nomás para abrirle la puerta), y cientos de desafíos planteados por la automatización y la inteligencia artificial, que en un plazo menor a lo que imaginamos estarán en las calles: robots atendiéndonos en bares y restaurantes; autos, trenes y aviones no tripulados; robots decidiendo en dónde y como invertir; robots vigilando el cumplimiento de contratos y redactándolos; robots divirtiéndonos y contándonos historias; robots vigilándonos y castigándonos.
Muchas de esas actividades para las cuales la automatización es ya inminente, no sólo tendrán implicaciones económicas profundas, o las están teniendo ya, sino que tendrán efectos dramáticos sobre el poder político y la efectividad del mismo. Antes de Uber un taxista era una patente del poder público. Hoy Uber ha expropiado ese poder y lo ha puesto en una plataforma informática que no responde mas que a la oferta y la demanda por el servicio. Lo mismo ocurre con Airbnb, en donde el poder público ha sido expropiado de su derecho de autorizar el hospedaje y regularlo. Ocurre lo mismo con ese sector llamado Fintech, en donde las tecnologías están avasallando la forma en que el dinero llega de un lado a otro sin pasar por los bancos, quienes los últimos cinco siglos han detentado la patente de ser el camino del dinero con permiso del poder público.
Lo que estamos viendo es el albor de una revolución tecnológica inimaginable, en donde no sólo los actores económicos están completamente a oscuras, sino sobre todo, los gobiernos no saben lo que les espera. Eastman Kodak era hasta los ochenta, la empresa tecnológica por excelencia. Hoy ya no es mas que un recuerdo. Arqueología económica. El tsunami de cambios tecnológicos que se aproxima puede dejarnos así, en calidad de vestigios de otros tiempos.

domingo, 2 de septiembre de 2018

¿Tiene Remedio La Argentina?

Para un enamorado de Argentina, plantearse la pregunta que da título a este texto no es fácil. Pero es necesario. Por razones profesionales me ha tocado seguir de cerca el desarrollo de la economía de las pampas por muchos años, y la pregunta es siempre la misma: ¿por qué acaba siempre en lo mismo?. No importa que sea conducida por peronistas, radicales, o independientes. Sea cual sea el signo del gobierno, de izquierda o de derecha, la postguerra argentina ha sido una tragicomedia constante que acaba siempre en moratoria y devaluaciones.
Borges decía que el peso argentino no pertenecía al ámbito económico, sino al de la literatura fantástica. Durante décadas la paridad peso/dólar era tan desquiciada que la diferencia entre el precio de la mañana y el de la tarde eran abismales. Ecos de aquellos terribles años de hiperinflación y mega devaluaciones han resonado estos días, en que el peso ha perdido más de cuarenta por ciento de su valor en lo que va del año, a pesar de los intentos del banco central por detener el derrumbe llevando las tasas de interés a un nivel asombroso, del 60%.
Esta depreciación agresiva ocurre bajo la tutela de Macri, un político conservador con una agenda pro mercado, que prometía arreglar el desorden económico dejado tras casi dos décadas de conducción peronista de la economía, en donde el populismo inherente a la administración Kichner acabó en una alta inflación y en déficit crecientes del sector público.
Pero el tiempo se le acabó a Macri. Luego de un breve período de amabilidad con los mercados, concluyendo una larga y costosa moratoria disparada por los Kirchner, Macri logró que Argentina regresara de nuevo a los mercados de capitales y acceder al financiamiento necesario para el crecimiento económico. Pero una mezcla de mal manejo y mala suerte acabaron en la complicadísima crisis que actualmente enfrenta argentina. Por un lado Macri no hizo lo suficiente para enderezar las cuentas fiscales, y por el otro, los mercados le voltearon la espalda a las economías emergentes tras el colapso de la economía turca: el desplome de la lira arrastró consigo al peso argentino.
Pero culpar a la lira turca de los males del peso argentino es inútil. El real brasileño no ha caído tanto, y el peso mexicano ha tenido una resistencia sólida en el contexto del desplome turco, así que la amplitud y virulencia del desplome argentino deben de ser atribuidos a sus condiciones domésticas y no al contagio turco. Y he allí lo complicado.
El sistema político argentino es sin duda uno de los más complicados del mundo. Siempre recuerdo la historia de San Martín, el gran libertador de Argentina y Chile. El magnífico militar que destrozó a los ejércitos españoles y liberó dos naciones fue derrotado una y otra vez por las intrigas palaciegas de Buenos Aires y nunca logró comandar la nueva nación.
Las cosas no han cambiado mucho desde entonces, y el peronismo y sus secuelas, junto a la incapacidad de los conservadores argentinos de articular una estrategia territorial que lo contrapese de manera efectiva, ha creado un balance de poder notablemente inestable y centrado alrededor de un punto insostenible: el nivel de bienestar de los argentinos es demasiado alto para ser sostenido por las frágiles finanzas públicas de ese país. 
Desde el peronismo, cuando el modelo económico de la posguerra basado en los altos precios internacionales de las materias primas, se derrumbó tras la recuperación de la agricultura europea, los gobiernos argentinos se han resistido a hacer el necesario ajuste de acomodar el salario real de la economía a los niveles de la productividad promedio doméstica.
Argentina enfrenta un problema familiar y conocido. Es difícil recortar beneficios cuando la fuente que los financiaba desaparece. Lo más fácil cuando esto ocurre es echar mano de la deuda para intentar mantener los niveles anteriores de consumo. La verdadera solución es incrementar de manera sostenida la productividad del trabajo.
Pero ni peronistas, ni radicales, ni independientes. Ni la derecha ni la izquierda argentina han tenido el valor para resolver el tema de fondo, y han sobrevivido por décadas trepándose a la ola cuando las materias primas suben de precio y lamentando no haber hecho los ajustes necesarios cuando los precios de las mismas se abisman. Como en esta ocasión.

domingo, 26 de agosto de 2018

Poemas Para Beber En El Starbucks: Lope Enojado, Valiente, Fugitivo

Al Siglo de Oro se le conoce así por algo. Es el período en donde el castellano asciende a las alturas y se convierte en uno de las lenguas cumbres de la literatura. Poblado de gigantes como Quevedo, Góngora y Cervantes, la poesía de ese período produce poemas que no olvidaremos nunca mientras el castellano exista sobre el mundo.

Lope de Vega fue el dramaturgo de ese Siglo de Oro, pero escribió uno de los poemas más hermosos del castellano. Tensionado entre su devoción católica y su pasión por las mujeres, Lope escribió este, el famosísimo soneto 126, una exhaustiva descripción del amor que no nos es difícil imaginar recitándolo a las actrices de sus piezas teatrales en la noche y arrepintiéndose en la capilla en la mañana.

El Soneto 126 es en realidad un hermoso plagio. Una imitación del padre original del soneto: Petrarca, quien escribe en su soneto CXXXIV de su Canzionere, versos que Lope acabará transponiendo e imitando en el 126. El Soneto 126 de Lope es usado para dar clases, como herramienta académica, como motivo de ensayos y de estudios.

Hagámoslo sencillo y nomás rindámonos ante su hermosa perfección.

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

La Extraordinaria Normalidad Regresa

A los economistas les enseñan una hipótesis que en las últimas dos o tres décadas ha resultado ser una mentira: al bajar el desempleo repunta la inflación, por lo que la política monetaria a veces es una ilusión. Al inyectar liquidez en la economía los precios subirán, y el efecto expansionista del banco central acabará en pura inflación, sin efectos sobre el empleo y el producto. Pero el desempleo está en niveles mínimos históricos, y la inflación no repunta, y la expansión monetaria ha producido una expansión económica notable. ¿Hasta cuando?
El párrafo anterior significa que en las últimas décadas la famosa Curva de Phillps no ha servido mas que para pasar exámenes en la escuela. La dicotomía entre inflación y desempleo no se ha materializado, y la acción de la política monetaria ha sido efectiva. A pesar de lo anterior en las escuelas de economía se sigue privilegiando la enseñanza de la llamada síntesis neoclásica y se sigue abjurando del enfoque neokeynesiano. Es como si nos enseñaran aún el modelo de Ptolomeo en nuestras clases de ciencias naturales.
Los últimos dos años han sido no obstante, una prueba al límite de esta excepcionalidad económica, y los últimos datos muestran que quizá estemos en la franja en que lo extraordinario deje de ser normal. La tasa de desempleo en un conjunto importante de países se encuentra en niveles extremadamente bajos: en Estados Unidos por ejemplo está en 3.9%, en Alemania se encuentra en 3.5% y en el Reino Unido en 4%.
Tales niveles de desempleo se habrían asociado hace poco más de treinta años a tasas de inflación intolerables para los bancos centrales, y las tasas de interés asociadas con dichos niveles de desempleo serían de entre 5.5-7% en los Estados Unidos por ejemplo, comparado con la tasa de 1.75% en vigor. Es decir, la inoperancia de la Curva de Phillps le ha regalado a los Estados Unidos unas cuatrocientas centésimas de costo financiero, que medido en pesos y centavos es una inyección enorme de financiamiento a la economía que contribuyó a que la gran recesión económica de 2008-2009 sea casi un recuerdo en términos de nivel del producto una década después (pero no en términos de equidad económica).
Pero los últimos meses han presenciado el regreso de un temido fantasma que poco a poco parece estar asomando las narices: la inflación. En Estados Unidos está en el límite del dos por ciento establecido por la Fed como el umbral tolerado, situándose en 1.9%. Otras economías, como la mexicana, tienen ya niveles de inflación tercos y con dificultades para someterlos dentro de las franjas toleradas.
Este atisbo de inflación parece entonces confirmar una hipótesis bastante extendida entre los economistas en décadas recientes. La razón por la cual la sacrosanta ley de la Curva de Phillps ha sido incumplida en años recientes es por la enorme oferta de bienes y servicios baratos provenientes de China. Hay un dato demoledor que ilustra este efecto: el acero producido por China los últimos veinte años supera con mucho al producido por Inglaterra en toda su historia: el gigantesco crecimiento chino y la vasta capacidad instalada que lo ha acompañado han tenido un efecto deflacionista en el resto del mundo al producir una plétora de mercancías que han vendido por el mundo a precios deprimidos, provocando una reducción dramática en la inflación.
Si el exceso de capacidad y de oferta chinas son lo que ha anclado a la inflación en las últimas décadas y han permitido la convivencia de bajas tasas de inflación con bajo desempleo entonces el poner cuotas y aranceles a las importaciones de ese país hacia Estados Unidos probablemente provoque un repunte en la inflación por encima del dos por ciento tolerado por la Fed y despierte de nuevo los miedos a una espiral de precios, que han estado dormidos y ausentes en las últimas décadas.
En economía los milagros no existen. Y si hemos disfrutado bajas inflaciones en la mayoría de las economías del mundo durante los últimos treinta años ha sido por la vasta oferta china y al libre comercio. Si se levantan muros arancelarios y regresan las cuotas entonces que no nos sorprenda que viejos trucos inservibles, como la Curva de Phillips, regresen por sus fueros.