domingo, 23 de abril de 2017

Francia: La Resignación Cartesiana

El establishment necesita romper con el establishment para poder reinventarse. Tal es la lección del primer turno de la elección francesa, en donde el independiente Emmanuel Macron superó incluso a la favorita Marine Le Pen, del ultra derechista Frente Nacional. Los dos partidos que habían dominado la política francesa de la quinta república, los conservadores y los socialistas, quedaron fuera de la segunda vuelta, ilustrando el descrédito que el modelo que ambos cincelaron sufre entre la población.
Pero la elección francesa es por demás interesante. Emmanuel Macron es quizá más más pro-euro y más pro-mercado que cualquiera de los candidatos del establishment: ya sea conservador o socialista. Los franceses parecen haber dicho: “la Europa unida y la moneda común son una buena idea, pero quienes la implementan han sido un desastre”. O bien quisieron decir: “Europa unida y el euro son un desastre, pero votar por el populismo de ultraderecha o de ultraizquierda sería mucho peor”.


Si Macron y los mercados leen el resultado de la elección francesa del domingo como un voto de confianza al euro, estarán equivocados. Los franceses han votado resignados por Macron y lo que representa con tal de no enfrentar una opción infernal: o la destrucción de Europa por la ultraderecha o por la ultraizquierda. Se han aferrado a la idea de Europa resignados, no convencidos. Su voto ha sido cartesiano y responsable. Pero no entusiasta.
Los franceses se han dado cuenta, como lo han hecho de manera intermitente desde el año 800 con Carlomagno, que son el corazón de Europa, y resignados, han aceptado el peso de dicha responsabilidad. Han aceptado el largo camino de la lenta transformación de un continente económicamente anquilosado preservando ineficientes instituciones comunitarias, antes que apostar peligrosamente (como lo hicieron los británicos) por el desmembramiento del proyecto común y el de buscar cada quien su ruta, lo cual se ha demostrado históricamente que sólo conduce a la guerra.
Los mercados y los analistas están seguros que en el segundo turno, dentro de quince días, Emmanuel Macron se impondrá a Marine Le Pen. Quizá sea ese el escenario más probable hoy, pero hay que estar muy atentos: el terrorismo podría golpear de nuevo y cambiar el escenario, el atavismo de los comunistas de Melenchon (que obtuvo 19.6% del voto), que lo ha llevado a no dar consigna, podrían reducir el margen de victoria de Macron; Trump podría meter las narices, o Putin las suyas. Muchas cosas pueden pasar pero por el momento un escenario en donde Macron gana la presidencia es el más plausible.
Pero los próximos quince días deberemos preguntarnos: ¿Cómo gobernará Francia un presidente sin diputados? Las elecciones para la asamblea nacional serán en junio, y la plataforma de Macron, En Marche!, quizá no gane mas que una bancada pequeña y tenga que sentarse a negociar con los Republicanos y en mucha menor medida con los socialistas.
Y es allí en donde la salida planteada por Macron representa una contradicción.
Su plataforma es más pro-Europa que la de los dos partidos del establishment, pero tuvo que romper con ellos para poder ganar. Rompió con ellos, pero no a ellos. Los dos partidos seguirán dominando el congreso francés y condicionarán la política de Macron produciendo quizás un impasse. No muy distinto al impasse que, en otras circunstancias, ha enfrentado Donald Trump en Estados Unidos, cuya agenda extremista se ha visto limitada por los intereses creados dentro de su propio partido.

Pero como le es propio al carácter de Francia, lo que ocurre allí suele ser más grande que si misma. Con resignación, pero los franceses han aceptado el reto de definir una opción: o globalización o aislamiento á la Trump, o aldeanismo á la Brexit o multilateralismo. O Europa o balcanización del mundo. Varias veces en la historia los franceses han tenido que decidir en nombre de la civilización, y en la mayoría han estado a la altura. Veremos qué ocurre esta vez.

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