domingo, 22 de noviembre de 2015

Los Bancos Deberán De Poner Más Dinero (Y Eso Es Bueno)

A lo largo de la historia del capitalismo una procesión de negocios han ido y venido: la industria textil fue en los albores el sector de punta, luego vinieron el acero y la química, luego la automotriz, y así hasta llegar a las computadoras y ahora l internet y las empresas de comunicaciones. Pero a lo largo de estos casi quinientos últimos años una industria ha estado presente desde sus inicios y ha acompañado todas las fases industriales del capitalismo: la banca, lo cual muestra la importancia que éste sector tiene para las economías que funcionan bajo los preceptos del libre mercado y la competencia.
Un banco es un negocio muy peculiar. Pide dinero para prestar dinero. De eso se trata el negocio bancario. Los bancos piden dinero ya sea a sus pequeños ahorradores a los cuales pagan una tasa baja (ya cada vez más baja) y usan ese dinero para prestarla a sus clientes (muchas veces los mismo ahorradores) a una tasa más alta. La ganancia original de los bancos radica en la diferencia entre esas dos tasas: la tasa que pagan a los ahorros y la tasa que cargan a los préstamos.
Ese negocio sencillo fue por siglos el pan y la sal de los bancos, pero el advenimiento de las finanzas modernas abrió un espectro inimaginable para los bancos: la colocación de bonos y acciones en el mercado por el cual cobran comisiones fue un buen inicio, seguidos por las asesorías para las fusiones y adquisiciones, pero luego llegaron los futuros, los derivados y muchos productos exóticos que sólo los bancos podían hacer y que son necesarios para ésta economía interconectada.
Los bancos modernos derivan sus ganancias de un vasto conjunto de actividades, desde comisiones por sus productos más simples, hasta operaciones verdaderamente complicadas que requieren el talento y el diseño de científicos especializados. Pero la envergadura y alcance de sus operaciones los exponen también a un riesgo cada vez mayor, y al ponerse en riesgo no únicamente comprometen el dinero de sus dueños, sino que arriesgan el dinero de los ahorradores cuyo patrimonio debería de estar protegido.
Si los bancos incurren en actividades de riesgo que ponen en predicamento el ahorro de sus clientes o eventualmente obliga a que los gobiernos usen los impuestos de todos para salvarlos, es necesario que dichos bancos aporten mayor capital propio para absorber esas pérdidas y no afecten ni a sus clientes ni a los contribuyentes. Pero dicho capital cuesta, así que se tiene que encontrar el balance entre qué tanto capital adicional se debe pedir, y qué tanto riesgo se debe permitir a los grandes bancos del mundo.
La semana pasada, el Financial Stability Board (FSB) junto con el banco de los bancos centrales del mundo, el Bank Of International Settlemets (BIS) uno de las instituciones más cuidadosas y respetadas del mundo, que llegó incluso a advertir de la inminencia de la crisis financiera del 2008-2009, comunicaron sus estimaciones de capital adicional que los bancos del mundo requieren para absorber pérdidas potenciales por sus activos en riesgo. La cifra es estrujante: 1.2 billones (es decir millones de millones) de dólares.
Para darnos una idea del tamaño, la cifra es casi exactamente de la talla de la economía mexicana. Es decir, los bancos más importantes del mundo requerirían inyectar de capital adicional el equivalente a lo que produce México este año con el fin de amortiguar el riesgo que le representarían las pérdidas potenciales en un entorno desfavorable. El FSB ha diseñado esta inyección de capital en dos etapas, en 2019 y en 2022, para llegar a 16% y 19% del valor de los activos en riesgo, así que los próximos años veremos cómo los bancos o emiten obligaciones subordinadas o nuevas acciones para cubrir tales requerimientos, o reinvierten la mayor parte de sus dividendos para lograr tal objetivo.
Pero hay un hecho que resalta de esa número: que los mayores requerimientos  (casi el 77% de ese monto) viene de bancos chinos y en menor medida de otras economías emergentes. Casi la mitad de ese monto es requerido por el BIS para que los bancos chinos pongan un dique que permita enfrentar pérdidas potenciales sin afectar a sus clientes y/o contribuyentes, y más allá, para que no haya pérdidas que provoquen bancarrotas bancarias que pongan en riesgo al sistema financiero internacional. Para los bancos chinos incluso el período de capitalización es más permisivo, con las etapas fijadas al 2025 y 2028.
Los nuevos requerimientos de capital no tuvieron un efecto tan negativo como se temía sobre las acciones de los grandes bancos del mundo, y esto es muy importante para México pues por alguna razón decidimos que no servíamos para ser banqueros y dejamos que los bancos locales fueran propiedad de los bancos globales, y por tanto ésta regulación es de extrema importancia para la viabilidad del crédito y la economía locales. La razón para ésta reserva suave es que la mayoría de los bancos ya estaban haciendo lo conducente para incrementar su capital y también que el FSB permitirá que muchos activos que hoy no son considerados capital, puedan serlo siempre y cuando sean subordinados a los pasivos que implican las cuentas de los ahorradores y los derivados.
Las cifras del FSB implican que los países del G-20, para quien fue elaborado el reporte, deberán de adecuar sus legislaciones locales con el fin de adecuarse a esos requerimientos, pues para la mayoría de esas naciones las reglas en curso implican colchones de capital más laxos que los implicados.
Los bancos, de manera sutil pero efectiva, han tratado de amortiguar las nuevas obligaciones pues cualquier capital adicional merma sus ganancias inmediatas y reduce su rentabilidad. Los bancos deberían de estar conformes y aplicarse, pues los montos requeridos no son como algunos dicen un “Basilea IV”, pues no implica una modificación cualitativa a los requerimientos de capital existentes, y si avanzan un largo trecho rumbo al objetivo de tener bancos sólidos incluso en ambientes económicos demandantes y complicados como los que últimamente ha vivido la economía del mundo.



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