domingo, 18 de agosto de 2013

El Euro y La Zapatilla de la Cenicienta


El 14 de agosto se publicaron los datos del PIB de la Eurozona y si, conforme se esperaba, jalados por la máquina alemana y un desempeño francés mejor a lo estimado, la zona económico del Euro por fin, y después de seis trimestres (si, 18 meses) consecutivos de decrecimiento, logró una cifra positiva, lo que técnicamente significa que la segunda mayor economía del mundo ha salido tímida y débilmente de una penosa recesión.

Visto como un todo en efecto, la Eurozona ha dejado la zona de recesión, pero ese bloque económico peculiar, compuesto de 17 economías particulares, presenta enormes disparidades que se ocultan bajo la cifra unitaria del PIB comunitario.  Dichas disparidades siguen reflejando el hecho que precipitó a la economía del viejo continente en el precipicio del cual apenas comienza a salir: que el Euro, esa voluntariosa divisa, diseñada más para la política que para la economía, tiene un impacto asimétrico sobre cada uno de los países miembros de la zona, y esa disparidad seguirá lastrando las economías locales por mucho tiempo.

El problema de fondo de la Unión Económica Europea es justamente eso que los une: el Euro. Cierto, la moneda común vino a resolver los enormes costos de transacción que implicaba tener una moneda para cada país en un bloque con una grado de integración inter-nacional elevadísimo, pero como todo en la vida, dicha bendición tuvo un costo, y se está pagando ahorita: que el Euro es como la zapatilla de la Cenicienta, que muchas doncellas se lo pueden probar, pero sólo le queda perfectamente a una.

Como la zapatilla de la Cenicienta, el Euro les queda demasiado apretado a algunas economías; asfixia a aquellas de baja productividad . A otras economías en cambio la zapatilla les queda floja, son tan productivas que sus compañías exportan al resto del mundo con facilidad. Dentro del grupo a quienes la zapatilla del Euro les aprieta se encuentran España, Grecia, Portugal e Irlanda; dentro del segundo destacan Dinamarca, Holanda y las economías bálticas.

Pero por su peso relativo y por la potencia de su productividad, el Euro sólo le calza de manera perfecta a una economía, a la cual no aprieta ni le queda floja: la alemana.

Una moneda que para Alemania funciona bien no tiene por qué funcionarle bien a Grecia ni a España, y a una economía más productiva que la alemana, como la de Bélgica por ejemplo, le viene bien calzarse al Euro.

Desgraciadamente, ésta parábola de la zapatilla y la divisa común no es académica sino que ha tenido efectos dramáticos sobre las economías particulares del bloque. Si comparamos el PIB de la Eurozona actualmente con el PIB que existía en el 2008, antes que la brutal crisis financiera sacudiera al mundo, los datos son trágicos: el PIB de la Eurozona se encuentra 3.0% por debajo de dicho nivel. Es decir, en los últimos cinco años, el PIB de la Eurozona ha disminuido, uno de los peores desempeños de la historia económica moderna.

Pero ese -3.0% enmascara el problema de la zapatilla de la Cenicienta. En estos cinco últimos años sólo una economía dentro del Eurobloque ha crecido: Alemania, cuyo PIB se encuentra tan sólo 2% por encima del nivel del 2008., pero es ese magro pero positivo número el que hace que en el agregado la Eurozona no se haya hundido más. El resto de Europa sin embargo, se encuentra aún sumergida  en la peor recesión económica de los últimos ochenta años.

El casó más trágico es, paradójicamente, la patria de la tragedia: Grecia, cuya economía se ha hundido 22.8% respecto del nivel que existía en el 2008, una verdadera tragedia humanitaria y un ejemplo craso de lo inadecuado que fue adoptar para una economía de baja productividad una moneda cuyo nivel se adapta a la potencia alemana.

Sin llegar a la intensidad trágica griega, economías como la de Portugal (-7.5%), Irlanda (-9.7%) e incluso el gigante español (-7%) llevan ya un lustro más que perdido, hundidos respecto del nivel que tenían en el año 2008, y con tasas de desempleo en máximos históricos.
Las diferencias históricas y recientes en los niveles de productividad y el hecho de tener una unión monetaria sin que exista una movilidad perfecta de trabajadores es lo que subyace a la enorme asimetría económica de la eurozona. Grecia y España por ejemplo, no pueden exportar sus soleados veranos mediterráneos, mientras que la industria Alemania no tiene problemas para seguir exportando al resto del mundo con el actual nivel del Euro.

La moneda común ha sido un costoso experimento para muchos países y millones de personas, pero como la alternativa de abandonarlo es más cara aún que mantenerlo, la apretada zapatilla de Cenicienta seguirá asfixiando a la mayoría y calzándole bien sólo a aquella cuyo pie está hecho a la medida.


1 comentario:

Heriberto Luque dijo...

Excelente analisis con parabola de apoyo sobre un lustro aciago para la Europa clase mediera y baja, con tristes y desesperantes consecuencias estrelladas en los pisos de suicidas iberos,,,,, Edgar Amador siguenos regalando en tu blog esas mezclas de Academia y de Ranchos vecinales....Un lector cautivo: Heriberto Luque